Invisible pero esencial… nuestra cultura Inmaterial

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Cierra los ojos y piensa qué cosas son de tu propiedad… quizá haya venido a tu mente un coche, tu casa, una huerta en el camino Manzaneque ó tu móvil.

Cuando hacemos este ejercicio, solemos pensar primero en objetos materiales, quizá es lo más inmediato que tenemos. Pero… ¿qué pasa con esa canción que te enseñó tu abuela,  con los conocimientos que heredaste de tu padre sobre cómo criar tomates rosas ó con ese impulso diario que te lleva a recorrer el camino hasta la Ermita del Socorro? Este saber forma parte esencial de nuestras vidas aunque no podamos tocarlo ni verlo.

La Unesco (Organismo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en su 25ª reunión elaboró una carta para la salvaguardia de la cultura tradicional y popular, siendo ésta en su mayor parte un bien inmaterial. Esta cultura tiene una gran importancia social y económica, en la medida que ayuda a mantener  unido a un pueblo, ayuda a estrechar las relaciones entre los vecinos y en algunos casos es fuente de un desarrollo sostenible en una economía cada vez más inestable y que deja al individuo en manos del mercado.

Ejemplos de este saber tradicional  son los numerosos oficios artesanos que todavía se conservan en Orgaz: nuestras costureras que elaboran los trajes típicos que lucimos  en Semana Santa, Fiesta de Primavera ó Villaverde. Nuestros carpinteros que se encargan de la restauración de las cubiertas y elementos de madera de los edificios con más solera, las cuadrillas de albañiles que levantan ó reparan  nuestras casas tradicionales, encalan nuestras fachadas semanas antes de la feria, empedran los patios ó dibujan nuestros frisos. También, cómo no,  nuestros artesanos de la forja: herreros que siguen doblegando el hierro para construir nuestras típicas rejas de hembra y macho.

Existen también  otros oficios tradicionales y que están ligados a nuestra tierra como son la ganadería y la agricultura. Orgaz sigue siendo un pueblo agrícola, vive del campo, que cuida con esmero. En toda esta forma de vida se esconde una cultura riquísima de conocimientos que siguen pasando de padres a hijos: el cultivo del olivo, de la vid, la época buena de siembra según el terreno, el cultivo de verduras en la huerta, la extracción del vino y del aceite, bodegueros, maestros de almazara. También acompañados de sus alargados rebaños, nuestros pastores, heredan y transmiten los conocimientos de los pastos más ricos para sus ovejas, de la cría de perros carea y reducto de una especie animal en peligro de extinción: los burros. Ejemplos vivos de pastores son Antonio de Arisgotas con su rebaño de ovejas de raza certificada manchega ó Miguel Bravo con sus selfies tan célebres en las redes sociales. Son los pastores los herederos de la construcción hasta nuestros días de esas joyas de la etnografía que son los chozos. En la fotografía tenemos el último construído en nuestro término por los hermanos Ruiz Velazquez. También los pastores se han encargado de perpetuar y dar a conocer la artesanía del esparto, tan viva en nuestra comarca gracias al esfuerzo de personas como “el Palenciano y el tío Medio” que en paz descansen ó en la actualidad Agustín, sus aprendices del curso del Grupo de Costumbres” y cómo no: “El tío Mané”.

También queremos recordar en estas líneas aquellos otros oficios ó dedicaciones que suponen la pervivencia de tradiciones y costumbres como por ejemplo la del cura-párroco y las hermandades,  encargadas de transmitir las creencias y la cultura asociada a ellas: procesiones, ritos ancestrales, toques de campanas, cantos litúrgicos…

Otras labores en nuestra localidad que atesoran conocimientos tradicionales inmateriales son por ejemplo el casi desaparecido de los caleros, que unos cuantos enamorados se han propuesto mantener para que vuelva a ser el emblema de nuestra Villa. También el  esfuerzo que realizan nuestros cocineros en sus bares y restaurantes, panaderos, carniceros… Otras artesanías y oficios muy valiosos para nuestra localidad han sido  y siguen siendo el del farolero, oficio que ha desempeñado desde su niñez D. Antonio de la Cruz y que sin nuevos aprendices se acabará extinguiendo: obras suyas salen todas las Semanas Santas en carrozas y de la mano de las “mantillas de la Virgen de los Dolores”, también lucen sus trabajos casas particulares y monumentos como el Arco de Belén.  Una labor que está recibiendo numerosos elogios en la actualidad es la de Vicente nuestro silletero local, poniendo de moda esta artesanía, conocida ya en toda la provincia.

Además cabe destacar a esta suma de conocimientos , aquellos deportes como la caza con reclamo, escopeta y galgo tan arraigadas, así como otros deportes como el de los bolos orgaceños. También fiestas llenas de rituales como son la Feria y su compañía de alabarderos, diablillos, carnavales ó Villaverde, que todavía mantiene a sus quintos y que se ha salvado de la manipulación mediática de nuestro tiempo,  adaptándose a unos valores que nos representan a todos. En definitiva todos estos oficios y labores edifican  y vertebran nuestra comunidad, nuestro pueblo, uniéndolo a su historia y posibilitando nuestro desarrollo presente.

Hacemos una mención especial a las artes en mayúsculas de nuestra Villa: Banda de Música, grupo de teatro Farándula, Coral… todas ellas son fermento de cultura, en algunos casos culta, pero en otros muchos popular. Recordamos con añoranza la pérdida, que creemos reparable, del único grupo que en Orgaz se dedicaba a recoger y mantener con vida el folklore bailado y cantado de nuestro pueblo. Si nadie pone remedio, las canciones y pasos más típicos se perderán para siempre. Aquellos que todavía hoy conservan este saber inmaterial, deberían erigirse como maestros, contar con la ayuda necesaria para abrir una sencilla escuela y poder así dar un espaldarazo a esta riqueza de nuestra localidad. Qué bonito sería poder volver a escuchar el eco de laúdes, bandurrias y castañuelas en nuestra Plaza Mayor.

La riqueza y la amplia diversidad de estos saberes y formas de vida, nos lleva directamente al descubrimiento de nuestra propia identidad, que nos capacita para el necesario diálogo con el resto de culturas presentes en nuestro entorno.

Bien decía Unamuno: “se de tu pueblo y serás de tu país y serás del Mundo”. Durante muchos años, fascinados por el desarrollo de las nuevas tecnologías y la aldea global, ha reinado la idea de una multiculturalidad errónea: se nos invitaba a  abandonar la propia cultura para poder abrirnos a una “supercultura”. Esta idea nos conducía inexorablemente a una sociedad y una identidad descafeinada, sin raíces y empobrecida. En la medida que la persona abandona toda la riqueza del saber acumulado por su comunidad, sus antepasados, ésta se empobrece y tiene menos que aportar al conjunto. Esa comunidad y sus individuos pierden sus referentes, sus lenguajes y valores, quedando a merced de una cultura de masas y de mercado, que poco tiene que aportar a la construcción de su propio sentido de vida.     

Este patrimonio inmaterial,  es un patrimonio muy frágil, no está hecho de piedra ni forjado en hierro: se encuentra en la sabiduría y en la mentalidad  de cada individuo y en la memoria colectiva de cada pueblo. Podríamos decir que esta cultura está a salvo de la polilla y de la grieta, pero su continuidad depende de la transmisión y recreación que haga cada generación de la misma. 

Nuestra cultura tradicional es un ser vivo que se ve cada vez más amenazado por factores como la globalización y sus modas, la homogeneización cultural y una falta  por parte de sus propietarios del reconocimiento y comprensión que merece. Muchas personas que poseen conocimientos inmateriales consideran éstos insignificante ó desfasado  llegando a descuidar su transmisión a la próxima generación.

Otro enemigo de la transmisión de nuestra propia cultura viene de los cambios sociales de nuestros días: cada vez la vida en los pueblos se ve más amenazada por la urbanización, que a menudo distancia a la población, y en particular a los jóvenes de los mayores, poseedores del conocimiento. Una generación empujada a vivir en la ciudad, con nuevos oficios y que tiene más complicado tomar el relevo de esta cultura.

artesanía de la forja

Sin una adaptación de estos saberes a los cambios propios de nuestro tiempo,  a las nuevas formas de vida  y de comunicación, se extinguirán.  Por ello se hace necesaria una mayor conciencia, por parte de las autoridades y de los propios poseedores de esta cultura de la fragilidad y necesidad de su transmisión, facilitando mediante la transmisión oral y en su defecto por la educación formal mediante cursos, charlas, jornadas, a las nuevas generaciones el interés y el conocimiento de estos oficios, tradiciones, saberes y formas de vida a heredar.


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