La casa de labranza

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Orgaz es un pueblo eminentemente agrícola, y un tipo arquitectónico que predomina en todo nuestro campo, a parte de los “chalets”, son nuestra pequeñas casas de labranza. Es por ello por lo que dedicamos unas líneas a explicar, según la publicación del famoso arquitecto Fisac (Arquitectura Popular Manchega), cómo son, y por qué nacen estas casas tan nuestras.


Casa de Labranza. Fisac

(Descárgate el archivo completo)

El programa arquitectónico de la casa de labranza es tan claro y tan simple que hace suponer que ha permanecido inamovible desde el principio. Se trata de albergar, durante unos días a unos gañanes y a unas yuntas de mulas. En un medio completamente agrario y con grandes extensiones de terreno por labrar surge este modelo constructivo.

El modelo típico y más generalizado, es el que programa el habitáculo para dos gañanes y dos pares de mulas. Las necesidades que este programa entraña, son las que corresponden a todas las funciones que se han de realizar dentro de la casa: comer y dormir y las mismas para las bestias. Las labores agrícolas se realizan durante todo el año, por lo que el refugio ha de servir tanto en las épocas frías del invierno, como en las más calurosas del verano e intermedias de la primavera y otoño.

Se trata de una planta rectangular, levantada con pared de tapial lo que condiciona un espesor y compacidad. Este material (tierra prensada) le proporcionan un aislamiento térmico y suficiente resistencia para soportar los esfuerzos a compresión que le transmite la cubierta. Las cubiertas, están formada por formas triangulares de madera, de escuadrías ligeras con correas y parecillos también de madera escuadrada. Es muy probable que estas cubiertas estuvieran compuestas en el principio por simples rollizos de leña.

En cualquier caso, estructuralmente, la casa de labranza es un espacio cerrado, limitado por cuatro paredes verticales de base rectangular y una cubierta a dos aguas.

Casa de Campo en el Prado de Santa Bárbara de Arisgotas

Otros elementos importantes son: una puerta en la pared sur, una chimenea en el hastial de saliente y un pequeño ojo de buey en el de poniente, de unos treinta centímetros de diámetro, pero con dos palos cruzados para que no puedan colarse por él grandes aves nocturnas. En su interior, tiene una campana de chimenea que se apoya en una viga de madera de menor escuadría de la debida (suele estar pandeada), dos poyos macizos flanquean la chimenea y, en frente hay dos pesebres y el espacio necesario para atar cuatro mulas mirando hacia la puerta. El piso suele estar empedrado.

Una consideración especial merece el análisis de la ventilación e iluminación: existen tres huecos: dos abiertos y situados a los extremos del lado más largo del rectángulo: la chimenea y el ojo de buey. El otro: la puerta en el muro del medio día. Uno cenital, en el hastial de saliente: la chimenea de la cocina. El otro en la parte superior del hastial de poniente: el ojo de buey. Estos orificios están sabiamente dimensionados, suficientes para crear una continua corriente de renovación de aire. Escape de aire caliente en verano y aireación en invierno; pero sin que por ellos entre el calor estival ni el frío invernal. La apertura de la puerta hace que la chimenea produzca menor humareda según los factores ambientales exteriores. A estos tres huecos se le ha añadido algún ventanuco para aumentar la iluminación interior.

Esquema chimenea / Miguel Fisac

Las paredes interiores y exteriores de la casa se enjalbegaban con cal en su doble misión higiénica y de consolidación del tapial. La belleza de esa cal, unida a la preciosa textura del tapial, originan sucesivas capas blancas con un estética pragmática y constructiva: esencia de nuestra casa de labranza.

Se trata de un tipo de construcción que ha permanecido invariable a través de los siglos hasta la aparición de los nuevos “chalets”. Esta repetición durante siglos de la misma estructura, nos sugiere que ésta ha sido perfeccionada hasta tal punto que ha llegado a ser un modelo, de tal fuerza constructiva y plástica que ha creado un tipo del que se ha derivado una variada serie de edificios. El conjunto de éstos ha constituido lo que conocemos como nuestra arquitectura popular manchega. La mayoría de las construcciones urbanas se basan en la yuxtaposición de este modelo constructivo en torno a un patio.

Hoy en Orgaz quedan numerosos ejemplos de este tipo de construcciones bastante bien cuidadas por sus propietarios. Pequeñas casas que con unas formas con un alto componente estético, una expresión de la manera de ser de un pueblo y la riqueza sociológica que ello proporciona. También observamos la nueva construcción de casas que conservan este estilo tradicional, desechando el modelo ya anticuado de chalet.

Disfrutar de ellas en reuniones de amigos, familiares, etc. así como del cultivo de verduras y hortalizas (algo muy nuestro en verano) en nuestras huertas, supone un ocio alternativo al de las compras y los centros comerciales: sano, alegre, no consumista y respetuoso con el medio ambiente: ¿Alguien da más?

Bibliografía:

– Centro de Estudios de Castilla-La Mancha




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